viernes, febrero 09, 2007

LA REALIDAD OBJETIVA

Ayer, Seli 1 de la Luna Galáctica del Halcón del anillo Luna Magnética Roja, Serpiente Lunar, 7 de febrero de 2007 según la arbitraria convención impuesta por el Estado Vaticano, un servidor cumplió su quincuagésimo quinto giro solar terráqueo. Según la sabiduría popular hubiera debido jugarle unos morlacos al 55 a la cabeza, pero por alguna extraña razón me olvidé de hacerlo. Ley de Murphy (no López sino el otro, el que maneja los hilos invisibles): salieron los gallegos en la matutina bonaerense. A llorar a la Iglesia, gilastrún, por no estar más atento a las cosas importantes y adormilarse en ese sueño pesadillesco que te venden con la etiqueta de la “realidad objetiva”.

Realidad objetiva las pelotas. “El bien más grande es pequeño” como decía Calderón, antes de jugar de wing izquierdo, cuando la gente pensaba todavía en temas que valían la pena y cultivaba orquídeas espirituales en forma de canciones. Después vinieron la máquina y el reloj, con ellos la apoteosis de la usura y detrás del espectro de esa perra, la desnaturalización de la especie.

Si acaso existe algo así como la Segunda Creación, la nueva Edad de Oro, la Jerusalén Celeste (¨pueden llamarme soñador, pero no soy el único”, John Lennon) será un lugar donde nuestros descendientes debatirán sobre cuestiones más propias de Segismundo de Polonia que de esos otros tópicos que desvelan a los robots que pululan bajo las omnipresentes cámaras del Big Brother.

La sacrosanta “realidad objetiva” la estoy creando yo en este instante preciso. Es verosímil que en este mismo instante un joven de la resistencia iraní esté haciendo volar por los aires a los miembros de una patrulla invasora, que una niña dominicana esté siendo ultrajada por un perverso en viaje de placer, que un franchute soberbio se esté preguntando de donde sale el instinto arrabalero que lo llevó al Conejito Saviola a tirar semejante pared de taquito, es decir, mis queridos, son sencillamente infinitas las realidades posibles que están sucediendo en el tapiz que teje ese tal Murphy, para no usar otro nombre que la modernidad ha desprestigiado en su exilio del orden sagrado.

La única realidad que reconozco es esta dulce remembranza de los paisajes amados de mi Barracas al Sur que me invade al escuchar en mis auriculares la voz de Francisco Fiorentino con la orquesta de Troilo cantando esa bellísima endecha manziana que se llama Barrio de Tango (luna y misterio, ¿remember?).

Fiore murió en un accidente automovilístico en Mendoza el 11 de setiembre de 1955. Ese mismo día nacía la madre de mis hijos en la ciudad de La Plata y el general Lonardi ajustaba los últimos detalles del golpe de Estado que encabezaría cinco días después. ¿Cuál era, digo yo, la realidad objetiva de esa jornada? Pues claro que sí: cualquiera que construyera la percepción de los que la vivieron.

Hoy mi realidad objetiva es que disfruté de una yerbita buena que me obsequió mi hija, una de mis dos Aguilas Cósmicas, de la belleza refinada de mi amorosa Estrella Planetaria, de la voz maravillosa de una amiga querida, del abrazo sincero de mi hermano del alma y preclaro conductor, el inmortal perínclito.

El susodicho tuvo la delicadeza de regalarme una joyita recién editada: María Bethania, la más grande de todas, cantando temas de Vinicius. Otra vez remembranzas de los años mozos, cuando ambos visitaron Buenos Aires junto a María Creuza y uno descubría eso que designamos como poesía.

Ese fantasmaniebla -diría Gelman- que se mece en el aire cuando suena eso de “Nao há você sem mim / E eu nao existo sem você”.

En las alas de ese tierno visitante vuelo hacia Kho Phan Gan, una isla del mar de la Indochina en la que está oficiando en este instante la Dama de mi Sangre, Pitonisa pringlense, para decirle una vez más que todos los caminos me encaminan “pra você”.

Tal es mi realidad objetiva, queridos cocomandos. ¿Cuál es la de ustedes?

O Almirante


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