viernes, octubre 13, 2006

ATENCIÓN SUBC. V.:

Con copia comandos CIRPR

Me apersoné en Kabul hace una semana como estaba previsto. Debí utilizar nuestro sistema secreto de transporte para evitar largas y tediosas estrategias distractivas tendientes a despistar el enemigo (por suerte, ya pasaron aquellas épocas en las que el Comandante Uno tenía que camuflarse durante meses como un mediocre comerciante uruguayo en Praga).

La ciudad de poco más de 3 millones de habitantes está literalmente devastada luego de veinte años ininterrumpidos de guerra. Una década de guerrilla independientista contra la URSS financiada por la CIA (en los años en que amaban a Bin Laden), un lustro de régimen talibán y otro de invasión de las fuerzas de la OTAN. Se imaginan, una pinturita.

Pero no he venido aquí a pintar un cuadro de la crisis humanitaria en estas tierras que Arnold Toynbee llamara “encrucijada de civilaciones”, milenariamente indómitas, al punto que resistieron hasta al Gran Alejandro.

He venido a tratar de entrevistar a alguno de los 16 afganos que fueron liberados la semana pasada por el Ejército de los EEUU luego de haberlos tenido prisioneros durante años en sus mazmorras caribeñas de la bahía de Guantánamo (en donde crece la palma... según el enorme Don José).

Luego de estudiar detenidamente todos los casos, decidí que lo apropiado era intentar el contacto con Sayed Mohammad Ali Shah, un médico de 45 años, quien denunció que fue confinado allí durante 5 años luego de que lo arrestaran a raíz de una falsa denuncia que hizo contra él un ex paciente con el que había tenido diferencias profesionales.

Obviamente, no me acerqué revelando mi verdadera condición de agente cirpreano, para no despertar en él los comprensibles temores y recelos que pudieran afectar a un individuo sometido a tormentos físicos y mentales durante tanto tiempo.

De modo que me presenté como un periodista de una agencia independiente sudamericana que quería conocer en detalle la odisea que había atravesado.

Así pude concretar una entrevista en la que se pone de manifiesto que aquel famoso Manual de Torturas de la CIA que el Baltimore Sun hiciera público en 1997 ha quedado a la altura de un libro de cuentos infantiles ante la realidad de los métodos de interrogación que los buenos muchachos emplean en los últimos tiempos.

Entiendo que el reportaje (que remitiré completo por otra vía más segura, la autopista WFY 57 Oeste) pudiera convertirse en un documento fundamental en la lucha por el desmantelamiento de este Gulag americano, más aún ahora, cuando hasta la mismísima cancillería británica ha declarado la necesidad de terminar con tal ignominia.

En cualquier momento me voy a Londres para averiguar que está ocurriendo.

En permanente movimiento por el Orbe

El Iluminado


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