jueves, octubre 12, 2006

CHRISTIANIA

Les contaba ayer que una de las cosas más extraordinarias que descubrí en Copenhague fue la Ciudad Libre de Christiania. Estuve allí el 29 de setiembre pasado, día en que conmemoraba el 35 aniversario de la fundación de esta comunidad autónoma establecida desde 1971 en una ex fortaleza militar en la que conviven alrededor de mil personas sobre la base de los principios de la autogestión, la libertad, la democracia directa, la planificación común y la ausencia de propiedad privada.
La instancia superior de gobierno es la Asamblea General en la que pueden participar todos los ciudadanos, quienes contribuyen con una tasa mensual al mantenimiento de los servicios públicos comunes, entre ellos un sauna mixto que recuerda las magníficas termas romanas, sólo que aquí no hay nobles y plebeyos.
En la calle principal (Pusher Street) se puede conseguir la mejor yerbita de la tierra y fumarla con deleite en coloridos pubs que llevan el nombre de “Woodstock” o “El Pescador en la luna”, pero en Christiania están prohibidas las drogas duras y las armas. Es una prohibición consensuada, claro, ya que no hay una fuerza del orden para hacerla cumplir.
Todos los niños de Christiania concurren a las guarderías públicas comunales. La mayoría de sus habitantes son artistas o artesanos, pero además desempeñan alguna función comunitaria imprescindible.
Podría estar horas contándoles cosas acerca de esta maravillosa experiencia de utopía, pero prefiero remitirlos al sitio oficial de la ciudad libre, http://christiania.org.

Lo cierto es que este emprendimiento autónomo, permanentemente amenazado por la prepotencia del Estado burgués, me pareció una magnífica muestra del espíritu del cristianismo primitivo, es decir del comunismo cristiano.
Y no es para nada extraño que se haya desarrollado en Copenhague, la ciudad en la que Sören Kierkegaard escribió en 1855, el año de su muerte, en un artículo titulado “¿Cómo juzga Cristo al cristianismo oficial”:


Imagínate que la gente está reunida en una iglesia de la cristiandad, y que de repente entra Cristo: ¿qué crees que haría?

Bien, lo que haría puedes leerlo en el Nuevo Testamento.

Se dirigiría a los maestros –pues a la congregación la juzgaría como otrora: fueron desviados del camino– se dirigiría a los de “largas vestimentas”, a los mercaderes, a los juglares, que transformaron la casa de Dios, si no en una cueva de ladrones, al menos en una boutique o en un puesto de feria, y les diría: “Ustedes, hipócritas; ustedes, serpientes; ustedes, raza de víboras”; y como otrora haría un azote de cuerdas para echarlos del templo (Juan 2:15).

La raza de hipócritas, víboras y serpientes que hoy conduce el nefasto Mefisto de Bavaria, protector de pederastas, quien luego de sembrar el odio contra los hermanos del Corán acaba de firmar un indulto para restituir la misa en latín. Ratzinger es nada más y nada menos que el brazo ejecutor del programa de Marcel Lefebvre.

Viva la Ciudad Libre de Christiania!!!
Abajo la putrefacta curia vaticana!!!!
Abdicación ya!!!
Por la vigencia del Nuevo Testamento!!!
Yerbita buena para todo el mundo!!!!

O Almirante


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