miércoles, octubre 11, 2006

EL ILUMINADO DEBE ENTRAR EN ACCIÓN

Queridos chichipíos: los acontecimiento se precipitan, porque como ya fue profetizado “los días finales serán acortados”. Sabemos que vendrán jornadas de sangre y desasosiego, pero sabemos también que “estamos a las puertas” del jardín prometido, esa ciudad celeste en la que bailan nuestros niños.

Los acontecimientos se precipitan: la banda de dementes que gobierna el planeta sigue jugando el insensato juego de la amenaza atómica; el Imperio se amuralla frente a las invasiones bárbaras; la corrupción total termina con la ilusión Lulinha en mi patria adoptiva (saudade nao tem fim); los mineros revolucionarios, aquellos de las Tesis de Pulacayo, se masacran entre ellos arrojándose mutuamente cartuchos de dinamita; los jerarcas moscovitas mandan a fusilar en un ascensor a una periodista que denunció las torturas de los militares rusos en Chechenia; la nación de Jefferson y Whitman parece despertar ante el ostensible despropósito de la sexta fundamentalista que maneja al chirolita de Jorge Arbustito; la Iglesia de Roma tambalea bajo la conducción de un Mefisto protector de pederastas cuya abdicación ya fue solicitada por el Turco Asís; nuestro Belcebú porteño, el purpurado Jorgito, usa su vocero para dispararle al bizcocho pero también a Ratzinger (evidenciando que se juega una partida grande); Lavolpe consigue el milagro de hacer que Boca pierda, en fin... la lista es interminable.
En vista de tales hechos, entiendo que ha llegado el momento de activar al Iluminado, tal como estaba previsto en los planes de contingencia. Se acerca la Gran Batalla. Esta no será la Madre sino la Abuela de todas las Batallas. Y nosotros debemos ser el Estado Mayor de los Ejércitos celestes, aquí y allá.
Esa responsabilidad nos impondrá la obligación de intervenir simultáneamente en distintos escenarios, coordinar las fuerzas de los que combaten y orientar con la luz incandescente de nuestro programa a su líderes. Incluso deberemos establecer relaciones diplomáticas con aliados y hasta con adversarios. Para todo ello necesitamos que el Iluminado entre en acción.
Nuestro amado perínclito ha de ser quien le fije su agenda, le dé precisas directivas y lo someta a estricta vigilancia.

O Almirante

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