jueves, octubre 12, 2006

INFORME DESDE DINAMARCA

Admirado Subc. V.: una vez más tengo que rendirme ante la inconmensurable sagacidad de su intelecto y el genio inmenso de su intuición estratégica. Cuando hace un tiempo usted me dijo “Almirante, algo está podrido en Dinamarca, vaya con su tripulación a investigar”, tanto yo como mis hombres no le dimos mayor crédito a sus palabras. Pensamos que su verdadera intención era darnos unas buenas vacaciones para que disfrutáramos de las tierras de nuestros antepasados vikingos.

Nuestra antigua nave azul enfiló su proa hacia esos rumbos y exploró con placer las aguas del Báltico y el Mar del Norte en las que todavía resuena el espíritu del gran Canuto, cuyo reino se extendía desde Noruega hasta Inglaterra. Unas quinientas islas (sin contar Groenlandia y las Faroe) conforman hoy el territorio de la corona danesa, la más antigua de Europa, con un milenio de historia. De modo que la exploración ha sido ardua y compleja.

En un primer momento, pensamos echar anclas en alguno de los puertos de la península de Jutlandia, pero finalmente consideramos más apropiado hacerlo en la isla de Sealandia, donde se erige la secular Copenhague, la capital del reino. Convenientemente camuflada, amarramos nuestra embarcación en el puerto de Kalundborg y comenzamos la expedición terrestre.

Nuestra coartada era ciertamente muy buena: éramos un grupo de evangelistas sudamericanos interesados en estudiar a fondo la influencia de Sören Kierkegaard en la historia de la Iglesia Popular de Dinamarca. Pero el verdadero objetivo, claro, era investigar qué había detrás del episodio de la publicación de las caricaturas de Mahoma en el Jyllands-Posten, un libelo controlado por el ultraderechista Partido del Pueblo Danés (DPP) o Dansk Folkeparti.

Nuestra primera incursión fue al castillo de Krönborg, porque supusimos que el príncipe Hamlet podría haber dejado pistas claves para nuestra pesquisa, pero los simpáticos daneses, entre tapas e interminables litros de cerveza Carlsberg, nos explicaban que esas historias no eran sino infundios inventados por el Cisne de Avon.

“Los únicos ingleses respetables son los que habitan los condados del norte, donde aún se conserva la cultura vikinga y se respeta la ley de Jante”, nos comentaban nuestros anfitriones, en alusión a un antiguo precepto normando que desaprueba que una persona se considere mejor o más importante que el resto.

Esta valoración del principio de la igualdad parece estar en la base de lo que se ha conocido como el Estado de Bienestar escandinavo. Estos tipos son pocos, viven bien (tienen una renta anual promedio de 23 mil euros) les gusta el buen fútbol, aman el jazz y festejan el cumpleaños de la reina Margarita. ¿No habría fallado esta vez el olfato del amado perínclito?

En medio de estas tribulaciones recorríamos en magníficas bicicletas los jardines de Tívoli, nos inmortalizábamos retratándonos junto a la estatua de la Sirenita de Andersen, degustábamos la mejor cannabis del Himalaya ofrecida como si fueran pirulines en la plaza Karl Malden de la ciudad libre de Christiania (esto merece un capítulo aparte y ya lo describiremos).

Todo iba sin novedades hasta que esta semana la televisión pública difundió las imágenes de manifestantes jóvenes del DPP pintando graffitis en los que nuevamente se caricaturiza la imagen del fundador del Islam, bajo la excusa de protestar contra la inmigración de ese origen, que apenas alcanza al 1,5 % de la población.

¡A la perínola...!, nos dijimos, el Subc. V. estaba bien orientado, acá se está cocinando algo gordo.

Es el mismo guiso que prepara Jorge Arbustito con lo del islamo-fascismo y Ratzinger-Mefisto con su discurso de Ratisbona. Un discurso que abreva de la vieja tradición de Constantino y la intervención divina de la Cruz, la cruz de las cruzadas, la cruz normanda que, con colores diversos, lucen todas las banderas de la Escandinavia.

Veremos cómo reaccionan este viernes los imanes en todas las mezquitas del mundo, pero es evidente que la alianza occidental sigue con sus provocaciones, preparando el terreno para una guerra que será más sangrienta de lo que imaginan.

Espero instrucciones.

O Almirante


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