lunes, octubre 09, 2006

¿RELIGIÓN UNIVERSAL, DIJO?

Me tranquiliza, Almirante. Bah, en realidad, no.
O sea...
¿Religión Universal, dijo?
¿Aceleración de la materia, dijo?
Lo siento, me supera.
En lo que a mí respecta, nunca tomé ninguna doctrina como "el Sagrado Corán", ni siquiera la de aquel judío alemán que en su niñez rezaba el padrenuestro de Lutero.
Mi actitud tuvo un costo alto, porque los dogmáticos son mayoría en cualquier iglesia. Y le diría que esa lucha no ha terminado. ("A ti, porque eres tibio, voy a execrarte", dice en algún lugar del Antiguo Testamento).
Un buen profesor que tuve en Mendoza me abrió bastante la cabeza (ya no me sangra, por suerte), y me animó a leer con espíritu crítico cualquier texto sagrado.
Le diría que a esta altura de la soir, sólo me dejo embriagar por la poesía. O por el amor. A todo lo demás, leña (y a los enemigos, ni justicia, como dijo el Pocho).
La locomotora a vapor es un ícono del siglo XIX. Sólo eso.
Me recopan las locomotoras a vapor ¿le dije? Con mi hijo le hemos hecho peregrinos homenajes a Stephenson, en la callecita de Villa Ortúzar que lleva su nombre.
Pero ¿qué tiene que ver la locomotora a vapor con las celulosas de Fray Bentos?
Además, ahora los trenes son eléctricos. Y hasta los durmientes están hechos de hormigón. Nada que ver con lo otro.
Yo soy muy amigo del tren, repito. Es el único medio de transporte que no tiene dudas sobre su ruta (tal vez por eso es que a mí, vacilante como soy, me gusta).
Pero, bueno, también me gustan el asado, los huevos fritos (aunque haya que romper la cáscara), el papel de Fabbriano, el papel diario, el papel higiénico (aunque en Bolivia todavía no lo hayan descubierto) y toda clase de papeles, especialmente esos que caen impresos a la bandeja de una Minerva, una Rotaprint, una Heidelberg, una Hewlett & Packard, con palabras encendidas, preñadas de futuro (permítame una imagen del siglo XIX).
En los años '70 me pegó duro aquel texto atribuido al gran jefe Seattle, ése que dice que no se puede vender tierra, porque no nos pertenece. Nosotros somos de la tierra, y no al revés.
Hasta ahí, compro la universalidad del hombre ("el sacro todo late, inmortalmente vivo", escribió Luis Franco, un anarco-panteísta).
Hasta ahí.
Y ese pan-humanismo del que hablo, no necesita doctrinas, ni dogmas.
Hay un excelente texto de Martí, dirigido a los hombres de campo, donde los insta a no casarse más que ante el amor y no rendir cuentas a ninguna iglesia más que a la propia conciencia.
Es un texto tan brillante que hasta los cubanos lo tienen negado. Lo exhumó el primer Historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, y se publicó en un número de Cuadernos Americanos.
Bueno, para variar, no sé cómo vine a parar aquí (por eso me gusta el ferrocarril, ya le dije).
Engels compraba la teoría de la evolución lineal, tal como la concibió su contemporáneo Darwin. Después, esa teoría se fue perfeccionando (y complicando, en algún sentido). Entonces el marxismo no se quedó en Engels, sino que fue acompañando esa búsqueda científica.
Ahora, nos enteramos por los diarios que National Geographic e IBM han cerrado un convenio para recorrer "hacia atrás" la historia del ADN, con lo cual se alumbrará cada etapa de la evolución de la vida en el planeta.
¿A usted le parece, Almirante, que yo voy a leer a Engels en el siglo XXI como si nada hubiera pasado en el medio?
Si Engels viviera, ya estaría en contacto con National Geographic.
Si Engels -o Marx- vivieran y tuvieran el Google a mano, todos nosotros estaríamos sin laburo. Nos tendríamos que ir a pescar tarariras a Fray Bentos, bajo los muelles de Botnia y de Ence.
Concluyo: lo que nuestros Padres nos trasmitieron, en bellos libros como La Ideología Alemana o como el Manifiesto, fue un espíritu.
Más que un método o que una actitud: un espíritu.

(FIN)

¡Abajo las celulosas! ¡Viva el papel impreso!
Locomotora, volvé (te perdonamos).

El Vigía de Pobladora


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