domingo, octubre 08, 2006

SOY FELIZ, PERDÓN

Así leí en algún libro de Gabriel Celaya, cuando todavía leía a Gabriel Celaya. Me gustó. Ayer hablaba con un amiguito que tengo en el Altiplano sobre el "Pero" que meten los aymaras cuando hablan en castilla, como final de una frase. "Sí, claro, aquí estamos, pero...", "Que se vayan todos al carajo, pero..."
Curioso, es como dejar abierta una puertita, al final de una sentencia o una frase cerrada. Una especie de autocrítica, sutil, sobre el juicio. Una suerte de cortesía con el otro.
A Borges (y a mí, por imitación del maestro) se nos pegó el "tal vez", que es una puertita abierta al comenzar una frase, como relativizando de antemano cualquier aserto, cualquier sentencia.
En fin, me hallaba dilucidando estos importantes asuntos del lenguaje cuando llegó una andanada de mensajes del CIRPR masculino (o más culeado, según se vea). A la pregunta casta del Caronte sobre la manera de emprenderla con un buen cigarro habano, le salió una respuesta sin anteojos del Subc. V, que automáticamente asoció el cigarro con un símbolo fálico y se despachó con una serie de conceptos sobre las damas ausentes. No entiendo como un surrealista puede caer tan bajo. Es más bien un Sub-realista.
¡Las catedrales son un símbolo fálico, Comandante! Así lo escribió un antipoeta chileno.
Estoy muy sensible con los temas que hacen a los derechos de la mujer, porque anoche compré en el pasaje del Obelisco, por dos pesos, el libro Los derechos de la mujer en Yugoslavia, editado en Belgrado 1961, y traducido del serbocroata por un tal Valentín Rodríguez.
El volumen tiene abundantes fotos de mujeres (cito textual): soldando piezas para refrigeradores en la fábrica Obod de Centinje; ensayando tubos de alumbrado en la fábrica TE2 de Zagreb; montando aparatos de la TSF en los talleres de la Telekomunikacija de Ljubljana; atendiendo el combinado textil en Novi Pazar, Serbia; controlando potajes concentrados en la fábrica de conservas de pescado Delamaris, en Istria; dibujando en la fábrica de máquinas eléctricas Rade Koncar de Zagreb; montando piezas de aparatos TSF en la radio industria Nikola Tesla de Belgrado; haciendo ensayo de precisión sobre piezas ópticas de la fábrica Ghetaldus, en Zagreb; atendiendo la Clínica Universitaria en Rebro, Zagreb, haciendo cultivos in vitro en la fábrica de medicamentos Pliva; controlando embutidos en los mataderos Belje, atendiendo la sala de pediatría del hospital Mladen Stojanovic; envasando medicamentos en el laboratorio Galenika; embalando azúcar en la fábrica Belje; tejiendo tapices en la fábrica nacional de Sarajevo... bueno, me cansé.
¡Y ninguna yugoslava echándose un polvo!
Supongo que la Yugoslavia del camarada Tito era una especie de sociedad victoriana-soviética, donde de ciertas cosas no se hablaba, no se escribía ni nada.
Después (como a la sociedad victoriana) les salió su Jack el Destripador, en versión serbia, violando mujeres a troche y moche con el infame argumento de la limpieza étnica.
Y las bosnias, croatas, montenegrinas y etcétera, musulmanas o no, regresaron violentamente de su estado de mujer "liberada por el trabajo" al estado de nodrizas criando hijos de nadie. De una mierda a otra mierda.
La versión minimalista de esta historia la escribió Alvaro Yunque en
"Nudo Corredizo", cuando le hizo la crítica a Carriego: "La costurerita que dio aquel mal paso... ¡y qué tonta si no lo daba!"
Bueno, mis cirpreanos machos, no se pueden quejar: los llevé a la
Yugoslavia de Tito sin escalas, y los traje a la Buenos Aires del 20 y el 30, para depositarlos ahora nuevamente en sus casas (y casamatas).
De paso, hice demagogia con el sexo débil (esto puede tener doble lectura).
Quería decirles que me siento feliz por ciertas cosas que me están
pasando últimamente, y me alegro de poder informar al CIRPR de esta situación.
El domingo haré una visita al Puente desde donde el Almirante vislumbra las batallas por venir.

El Vigía de Pobladora

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