viernes, noviembre 24, 2006

CHINO BÁSICO

De las múltiples versiones conocidas acerca del episodio Barbarita hay una que descarto de plano: me refiero a la esbozada por el Vigía (O.), ya que es completamente inverosímil que un alma noble como la de mi amigo el Caronte vaya a cruzar el charco detrás de una muy afeitada cajeta de bobalicona usamericana.

El Arcabucero es un experto catador de cavas de las mejores especies como para caer en ese tipo de atracciones de genitalidad primaria dignas de la enorme ignorancia sexual de buena parte de la cultura occidental. A mi amigo, a mí, nos calienta mucho más una señora como ésta, que nunca tuvo necesidad de andar exhibiendo su impudicia.

A ver si se dejan de jorobar con las Arbustitas y vamos a las cosas importantes. Acabo de desembarcar en el nuevo aeropuerto de Hong Kong –una enorme ciudadela tecnológica a 45 km. de la capital que reemplazó desde 1998 al histórico y casi mítico Kai Tak–, me conecto con la laptop antes de encontrarme con Chou para conocer las últimas novedades y me encuentro con este diálogo de adolescentes lectores de Playboy.

¿Recuerdan cuál es el verdadero objetivo de mi visita? ¿Este asunto de las rubias culeadas sorprendidas por algún punga porteño les merece más atención que la probable entrevista con un representante de la civilización que nos engendró hace miles de años y está viniendo ahora a hacer los ajustes necesarios en el programa de su criatura experimental?

¡¡Y después nos asombramos por cómo andan las cosas en el mundo!! Si así se conducen aquellos que integran la fuerza de avanzada de la humanidad, los más sabios de la tribu, es natural que se siga prolongando la agonía del podrido sistema de multiplicación de la materia.

Bueno. Es lo que hay, como dice una que yo sé. Con este trigo habrá que hacer la torta.

Chou me está aguardando en una mesa apartada del Salón de Té principal del aeropuerto. Es un hombre relativamente joven, correctamente vestido a la moda occidental, gentil y cordial como buen chino, con una sonrisa siempre a flor de labios.

Es profesor de Lengua y Literatura cantonesa en la Universidad más importante de Hong Kong y, creánlo o no, dice ser lector asiduo de La Eterna.

“Me parece algo verdaderamente revolucionario eso de un relato anónimo y colectivo. Creo que la humanidad avanza hacia eso: la mundialización total de la especie y el surgimiento de una conciencia planetaria inscripta a su vez en la conciencia cósmica”, me comenta.

Opina, sin embargo, que aún campea un inevitable provincianismo en el tono general de La Eterna que sólo habrá de superarse con la incorporación de nuevas voces que expresen la infinita riqueza de las muchas culturas tradicionales de la tierra.

Chou se ofreció luego para colaborar en el relato. Le prometí que voy a consultarlo con ustedes y, más que ansioso, avancé sobre el tema que me ocupa y preocupa: la entrevista con el Capitán Ben.

Y ahí fue cuando el puto chino se puso enigmático. Se limitó a decirme:

“T’ien Ken estaba vagando por el lado soleado de la Montaña Yin. Cuando llegó a la orilla del Río Liang, se topó con un Hombre Sin Nombre. Lo abordó diciéndole: –Por favor, ¿podría preguntarle cómo gobernar al mundo?”

“El Hombre Sin Nombre dijo: –¡Aléjate de mí, campesino! ¿Qué clase de pregunta deprimente es ésa? Estoy a punto de partir con el Creador. Y si me aburro con eso, entonces cabalgaré sobre el Pájaro Ligero y Ágil más allá de las seis direcciones, paseando por la aldea de Ni Siquiera Nada y viviendo en el campo Amplio y Sin Límites. ¿Qué pretendes con venir a molestar mi mente con esta charla de gobernar al mundo?”

“Pero T’ien Ken repitió su pregunta. El Hombre Sin Nombre dijo: –Deja que tu mente vague en la simplicidad, funde tu espíritu con la vastedad, sigue junto con las cosas, tal como son, y no dejes lugar para tus opiniones personales; así el mundo estará gobernado.”

Maldito perro oriental, ¿qué mierda habrá querido decir?

Yuri



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