jueves, noviembre 23, 2006

DAMAS Y CABALLEROS DEL CIRPR

Aquí Rufino Lafinur, vuestro –llamémoslo así:– mecenas. Me dirijo a ustedes ya que, más que un rumor, es un vendaval el que recorre los bajos mundos de los altos Buenos Aires VIP: si fueron o no mis chicas. Confirmo ese rumor-vendaval: pero no era esa carterita el objetivo. Allí voy:

Aburrido como todo buen proxeneta, ya que lo único que hago es estar en la barra de mi bar oscuro chupando whisky y contando los billeticos que las chicas me traen a paladas, ideé jugar yo también a que era del CIRPR. Traté de meterme en la piel y el cerebelo de ustedes, en el lóbulo frontal de vuestras estrategias revolucionadas y revolucionarias, y planifiqué una operación a tres bandas, al mejor estilo de mis maestros los Navarrita, ases indiscutidos en el arte de darle a la bola a tres bandas y coronarse reyes de la esfera y el palito. Perdón. Y el plan –ya viene, no se impacienten– se fue cumpliendo rigurosamente.

En realidad lo planeé no a tres sino a dos bandas: Hawai-Buenos Aires. Moviendo mis contactos –que yo también los tengo puesto que droga y prostitución hay exactamente en todo el mundo–, logré que le dieran una soberana paliza y encima lo desplumaran, pasaporte incluido, en la puerta posterior de un cabarute de Waikiki, Hawai, a Gregg Pitts, director de la Oficina de Viajes de Arbustito, con el que estaba de paseo en bases militares. Casi al mismo tiempo, tres motociclistas hawaianos, en plena tarea de escoltas del Sorete, se dieron un tremendo mamporro y quedaron gravemente heridos, luego de enredarse con docenas de cocos que mis queridos negros arrojaron bajo sus ruedas. El plan funcionaba de maravillas. Dos papelones en una sola noche para la comitiva de la SuperPotencia Occidental eran una buena recompensa por los mangos que me tuve que gastar en la jodita. Y el plan, el Plan, se concretaba en Buenos Aires, más precisamente en el antiguo, venido a menos, joya de turistas, tangódromo al aire libre, barrio de San Telmo. Allí iban a cenar –lo sabía desde la noche anterior, ya que los socios dueños de ese restaurant consumen de la mía– las gemelas del Tarado. Barbara y Jenna (buenas jodonas las dos, drogonas, garchetas y curdelas) iban a estar allí, y la tarea a realizar no era precisamente robar una carterita con una American Gold, un celular y dos blister de Prozac, sino lisa y llanamente secuestrarlas. A tres cuadras nos iba a esperar –en realidad nos esperó como cuatro horas– un camión de Manliba con la plana mayor de la barra brava de Boca, que como todos saben tiene más guita que los ladrones. Ellos se las iban a llevar, iban a filmar decenas de pornos con todos garchándoselas, y las iban a dejar de vuelta en la puerta del Hotel Secreto.

¿No hubiera sido perfecto? Pero no. Tuvo que llegar el Subc. V., camuflado como para un entierro, a decirme que abortara la misión. Llamé cagando a la dominicana al celular, y le dije que no las secuestren, y que rajen. La turra rajó, llevándose la carterita de mierda de Barbara (no, de Jenna no; Jenna es la que aparece en Internet mostrando la concha, la que calentó al Arcabucero, ésa no).

Pero no debo ser tan arrogante. Finalmente fue tapa o noticia de todos los diarios del mundo. Desgraciadamente no pude lograr que se lo atribuyan al CIRPR.

Rufino Lafinur, rufián


Comentarios: Publicar un comentario



<< Inicio

This page is powered by Blogger. Isn't yours?


View My Stats