miércoles, noviembre 08, 2006

DE APARICIO SARAVIA A TABARUTI, EL LLORÓN Y EL CABEZÓN

Cirpreanos del alma, perínclitos legionarios del orbe, ciliados guerreros del hampa protozoaria (esto no sé qué carajo quiere decir pero amanecí surrealista) ayer, luego de volver al sexo que porto desde hace 48 añitos, defendí en público a un proto cirpreano, un numen inspirador, un otro guerrillero inmortal, Aparicio Saravia (aludido en los inmortales poemas de Madariaga, siempre vivo, siempre presente) y lo hice en las narices del poder de tabaruti el pequeño.

Salí airoso. Hubo algún inconveniente. Me trabé en feroz y desigual combate con una señora profesora de historia –lo de desigual es por ella obviamente–, porque la susodicha señaló que cierto ancestro de cierto presidente que lloró como una mujer en las solapas de un cabezón que ahora volvió al ruedo, ando medio enigmático, batlle y duhalde bah, fue el inventor de la sensibilidad social, las jubilaciones, el pan con grasa, qué sé yo.

Bueno, me trepé a la mesa, enarbolé la bandera del CIRPR, a todo esto, ¿tenemos bandera? si tenemos la enarbolé, si no tenemos fue el calzoncillo que se me salió en la brega, y grité: “la vida será breve pero la ignominia puede ser eterna”.

Qué silencio hermanos del orbe. El fervor revolucionario fue tan enorme como el enigma que produje.

Salí envuelto en no sé qué pliegue de la sombra.

Álvaro de Burgos

pd. ¿no sería necesario tener bandera?

pd1 no seamos negligentes, labremos nuestra bandera, hagamos una licitación, un concurso, una penca, no sé, pero no se puede vivir enarbolando un pendón fugado.


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