lunes, noviembre 13, 2006

JUSTUS VON LIEBIG'S

Amarramos la torpedera en las sombras de un arroyito y trepamos a la cupecita para entrar en la ruta de la muerte, mientras los trenes-camiones del Mercosur se nos venían encima con sus doble docena de ejes y sus sensores de movimiento controlados por satélites. Pasaban a la madrugada como fantasmas grises y veloces (se sabe que nunca detienen su marcha entre el Atlántico y el Pacífico, entre el Puerto de Río Grande y puerto Montt... “sentado frente al mar, mil besos yo le dí...”). La cupecita fue esquivando los camiones-locomotoras, las Henschell recicladas en Mack-Scania-Magyrus-GM-TeRex-Stratokaster, todos en caravanas a más de 120km/h y a la madrugada como flotilla de naves imperiales. Pero se sabe que nada puede alcanzar la velocidad warp 12 de la Serie 2. Pst.

Y amarramos la cupecita, ya entrada la mañana, ante el portón de la fábrica Liebig, es decir, la Liebig’s Extrat of Meed Co. Ltd., antes propiedad de su graciosa majestad, Prince of Wales con o sin Wallies Simpson a cuesta, y ahora sólo refugio de fantasmas y de poltergeist gringos, que a la siesta acá les llamamos simplemente la Solpa y el Viejo de la Bolsa.

¡Qué país, viejos camaradas cirprianos! La “cocina más grande del mundo” se disuelve en herrumbre y en el recuerdo más triste de los pobladores más viejos. “Acá se llegó a faenar hasta 220.000 vacunos al año, vivieron más de 3.000 obreros, de los cuales 1.000 venían diariamente de Colón, en lanchas”.

Veo entonces que desde la carnicería sale el alma de Mr. Evans, el lino blanquísimo, leyendo el último número de la National, en inglés of course, y a su lado camina ya de bastón y guantes de cabritilla mi abuelo Arturo, Grand Pére Arthús, su intérprete. La carnicería ocupa el salón que mi abuelo y otros fundaran como biblioteca, la más importante de la región, allá tiempo y hace lejos. Hoy carnicería.

La Calle Larga lleva el nombre de Evans, porque fue el último gerente de la compañía y vivió en el primero de los chalets, esas casitas onda Africa mía o como salidas del Revés de la trama, del maestro aquel que para nada se consideraba súbdito inglés. Dice un poeta que en esos chalets, los poltergeist aún saludan el cumpleaños de la reina y sus damas aún toman té helado antes de caer rendidas ante el oprobio de las siestas de enero o los brazos de los amantes clandestinos, mientras sus maridos mayordomos recorren hectáreas y hectáreas pobladas de reses que serán faeneadas mañana.

Vemos fotos: el último gobernador milico antes del proceso (en la dictadura de Lanusse), el mariscal Favre, acompañado de Mr. Carslile y el secretario general del Sindicato de la Carne, de las huestes de Vandor seguramente, inaugurando no sé qué nueva caldera y qué contrato leonino con la carne. Por supuesto, en la foto no falta la bendición de Mons. Röesh, obispo filo nazi, creador del Instituto del Fachistorado (Profesorado) Concordia con plata de nazis americanizados.

Vemos fotos: un clipper yanqui de 5 mástiles es cargado con tons de corned beef y extracto de carne. Otros más chicos esperan turno en la rada. Afuera del estuario del Río de la Plata los estará esperando el Admiral von Speer, el gemelito del Admiral Graff Spee. Las latas de carne enlatada de una fábrica cuyo nombre se lo debe a un teutón, aquel Justus von Liebig, creador del extracto de carne y el plateado de espejos astronómicos, serían mandadas a pique por un acorazado de bolsillo alemán, o dicho de otro modo: los capitales germanos que dieron inicio a “la cocina más grande del mundo” eran ahora parte de la corona británica, cuyos productos terminarán de alimento de tiburones por las naves del Reich. Mon grand pére decía, por toda puteada cuando se enojaba: “la Grrrran Bretaña”. Era su mayor insulto después de haber sido intrérprete de gringos con sombrero panamá y libras esterlinas confiadas a casa Harrod's mientras ellos no pasaban de Gatt & Chaves.

Lo demás, hay que leer la poesía, que, como dijo un amigo, no adolece de las imprecisiones de la historia. Trepamos a la Cupé y dejamos atrás el polvo de los olvidos como toda estela náutica.

Lupus Fluminis


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