viernes, noviembre 24, 2006

LA TARDE EN QUE DESPEDIMOS AL TOPO

Alex Litvitenko era mi amigo. Yo le salvé la vida en una oficina de Suffolk, cuando andaba escapando a los perros de Putin, allá por el 2000.

Había recibido una botella de Dom Perignon para celebrar el fin de siglo, con una tarjetita del Fondo de Ayuda a los Patriotas de Chechenia.

Los chechenos –se sabe– no hacen ese tipo de regalos, lo que volvía completamente sospechoso ese botellón lacrado y con moño de seda.

Me llevé el Dom Perignon para analizarlo y ahí nomás, a la vuelta de la oficina, me lo chupé con Igor, otro KGB recuperado, que ahora vive como falso homeless en el Tube.

Yo sabía que la dioxina estaba en la tarjeta, no en la botella. Un incauto toma la tarjetita entre sus dedos, para ver quién ha mandado el obsequio y ¡zas! ya entra el veneno en contacto con la piel y se mete en el torrente sanguíneo. Es un viejo procedimiento, patentado por los Borgia.

Fui hasta el puente, me puse los guantes de cirugía que siempre llevo conmigo –no me pregunten para qué–, arranqué la tarjetita de la botella, la tiré al Támesis (un poco de terrorismo hay que hacer) y junto con Igor dimos cuenta del champagne.

Aquella vez lo salvamos al Topo. Pero esta última, fue imposible.

Cuando lo encontramos con Igor en el hotel de Kensington Road, el pasado 1 de noviembre, Alex dijo que horas antes había estado comiendo sushi con el fiscal Mario Scaramella, un tano que incendia lo que toca y que seguramente se había llevado a los perros putinenses tras él.

En los ojos del Topo, tristes como nunca, vimos los síntomas claros de un falso envenenamiento con talio. ¿En qué consiste? Es una táctica para capturar vivo a un sujeto que tiene mucha exposición pública.

Una variante primitiva del Sambelli, pero siempre eficaz.

Primero, le hacen creer que ha sido envenenado con una dosis mortal de talio radioactivo. Luego, lo hacen internar en un lugar “seguro” (por ejemplo, el UCLH de Londres, casi tan viejo como la Corona).

Después, se copa el lugar “seguro” y se reemplazan las enfermeras de los cuatro turnos.

Finalmente, en los horarios muertos (cuando no hay prensa ni visitas ni directivos del hospital por los alrededores) se somete al falso envenenado a un completo escaneo cerebral (en mis tiempos mozos se usaba el penthotal, pero reconozco que esto es mucho más limpio y más rápido).

Cual si fuera una descarga de MP3, el contenido lógico del cerebro de la víctima pasa a un soporte digital, en donde ya se lo puede leer como si fuera el Patoruzito.

Una vez que se ha hecho la descarga del MP3 cerebral, allí sí se liquida al paciente, aumentando la dosis de talio para que no haya contradicción con el diagnóstico inicial de los médicos.

Advertí, aquella tarde del 1 de noviembre, que la suerte de Alex, querido topo del CIRPR, estaba echada. Ya no podía hacer nada por él. Pero tampoco podía permitir que su cerebro cayera en manos enemigas.

Pedí un té Earl Grey para dos, usando el mismo saquito. Igor se tomó su vodka de rigor, muerto de tristeza porque sabía lo que iba a pasar.

Antes de que llegara el mozo con la tetera, saqué de mi bolsillo un Capitán del Espacio con dosis letal de cirprina y se lo entregué a Alex sin decir palabra.

El Topo entendió todo perfectamente y no molestó con preguntas. Se comió el alfajor, hizo un bollito con el papel y dejó que la cirprina fuera anulando una tras otras sus funciones intelectuales.

Para cuando llegó al hospital, ya estaba prácticamente en vida vegetativa.

Todo lo demás es circo organizado por el enemigo, un impotente enemigo que cuando vio que no podía extraer una frase coherente de Alex, se puso a hacer un culebrón: “que se muere”, “que no se muere”, “que le escribió una última carta a Putin”, “que la libertad”, etcétera.

Lamento que esta historia no tenga un happy end, como los comandos merecen. El enemigo capturó a uno de los nuestros y tuve que administrarle, como responsable del área, la cirprina.

La cirprina, sintetizada a partir del curare de los jíbaros amazónicos, es una droga tan perfecta que de acuerdo a la dosis puede servir para contrarrestar cualquier envenenamiento o bien para liquidarte en cuestión de segundos.

Sólo hay que saber cuál es la dosis que corresponde. Y ese conocimiento es parte del inviolable armamento del CIRPR.

Ha muerto un compañero. Doblan por él las campanas de nuestro corazón. Siento que la victoria está más cerca.

Farewell, querido amigo. No pudiste elegir tu vida. Elegiste, con valor, tu muerte. Nunca te olvidaremos.

Londres, 24 de noviembre de 2006

El Iluminado


Comentarios:
El Iluminado está equivocado. Hay alfajores "Capitán del Espacio" de jalea de membrillo, no sólo de chocolate y dulce de leche. Son riquísimos.
 
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