miércoles, noviembre 29, 2006

LAS VOLTERETAS DE LUCIFER

Joseph Mefisto sigue dando graciosas volteretas en el aire, tratando de despegarse de su tácita alianza con los cruzados de Arbustito en vistas del ostensible retroceso del Imperio y la creciente autoconfianza de los pueblos en su propio e inmenso poder.

La humillante derrota del Ejército sionista en el Líbano, el auge de la resistencia nacional en Irak, el fortalecimiento de Irán a raíz de sus alianzas con Pekín y Moscú, el papelón de la bravuconada contra los norcoreanos, la comuna de Oaxaca, la revolución agraria que se viene en Bolivia, el inminente tricampeonato de los amigos bosteros, le han indicado a los más empinados de la burguesía mundial la necesidad de ajustar el rumbo de la nave para tratar de evitar su zozobra.

El hasta ayer nomás belicoso Ratzinger se dedica ahora a enviar palomillas de la paz hacia Oriente. Un hipócrita de siete suelas, por supuesto, pero conviene tomar nota de sus movimientos porque es el jefe del partido político más antiguo de la historia cuyo programa no ha dejado de ser la sumisión del ser humano a una jerarquía terrenal, o sea la idolatría, raíz de las raíces del pecado original.

El alemán ha elegido palabras del profeta Isaías para referirse a la actual situación del mundo. Buscando alguna pista del mensaje subliminal que el protector de pederastas ha tratado de enviar, hurgueteé en mi edición del Antiguo Testamento.

21 ¡Cómo se ha convertido en prostituta la ciudad fiel! Llena estaba de derecho, y en ella habitaba la justicia; pero ahora la habitan homicidas. 22 Tu plata se ha convertido en escoria; tu vino está adulterado con agua. 23 Tus magistrados son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y va tras las recompensas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. 24 Por tanto, dice el Señor Jehovah de los Ejércitos, el Fuerte de Israel: "¡Ah! Tomaré satisfacción de mis adversarios y me vengaré de mis enemigos. 25 Volveré mi mano contra ti; te limpiaré de tus escorias como con lejía y quitaré toda tu impureza. 26 Luego restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como al comienzo. Y después serás llamada Ciudad de Justicia, Urbe Fiel."

¡A la mierda! Isaías parecía estar prefigurando el programa del CIRPR contra la corrompida civilización capitalista.

Y luego viene un párrafo que bien podría haber sido escrito por la pluma flamígera de nuestro adorado Subc. V:

Métete en la roca; escóndete en el polvo ante la temible presencia de Jehovah y ante el esplendor de su majestad. 11 Los ojos altivos del hombre serán humillados, y la soberbia del ser humano será postrada. Sólo Jehovah será enaltecido en aquel día. 12 Porque el día de Jehovah de los Ejércitos vendrá contra todo arrogante y altivo, y contra todo el que se ha enaltecido, el cual será humillado. 13 Vendrá contra todos los cedros del Líbano, altos y erguidos, y contra todas las encinas de Basán. 14 Vendrá contra todas las altas montañas y contra todas las colinas elevadas. 15 Vendrá contra toda torre alta y contra todo muro fortificado, 16 contra todas las naves de Tarsis y contra todos los barcos lujosos. 17 La altivez del hombre será postrada; la soberbia del ser humano será humillada. Sólo Jehovah será enaltecido en aquel día, 18 y los ídolos desaparecerán por completo.

Bueno, no creo que Ratzinger haya querido decir todo eso, pero suena lindo, ¿no? En cuanto al teutón farsante, bien podría demostrar su devoción por la paz pidiéndole a las muy católicas democracias de la OTAN que saquen de Afganistán sus manos manchadas de sangre.

Lo que importa, queridos hermanos, es que la nave va. Los pueblos del mundo ya saben quiénes son unos y quiénes son los otros. Si se trata de lo que dicen los líderes espirituales, en Estambul, como en la mayor parte del mundo, es más interesante escuchar al amigo Hassan Nasrallah.

Parece que se nos muere el Caballo. Tiene razón el Iluminado: para que nazca la nueva vida tiene que acabar de despedirse lo moribundo. Pero permítasenos rendirle el honor que le corresponde al viejo jesuita que no permitió que el Tiburón se comiera al Caimán.

O Almirante


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