martes, noviembre 14, 2006

NABOKOV, STAJANOV, KALACHNIKOV

¡Almirante Viagra! Lamento no poder ayudarlo en este momento difícil de su vida. Si usted necesita imágenes hardcore o relatos porno de sexo maduro, pídaselos a otro.

Y si en vez de hardcore quiere erotismo –y del bueno– le recomiendo Lolita, de Vladimir Nabokov.

Los chicos, ya se sabe, no relatan. Ellos viven su vida, lo mejor que pueden. Estoy seguro de que hubo muchas transas entre los que fueron el otro día a la fiesta de Rocío. Un gran biombo separaba la pista de baile de las mesas, y ofrecía rincones oscuritos, alejados de las webcams del imperio y de las miradas indiscretas. Seguro que los chicos lo aprovecharon.

Además, no encuentro nada de malo en que niños que vienen de situaciones duras, en donde el sexo no fue algo placentero para ellos, y donde la violencia fue más que un juego erótico, le den un beso en la mejilla a un puñado de viejos que les están dando una mano para rehacer sus vidas.

Para mí, fue como si cualquiera de mis cuatro hijos o mis cuatro nietos me hubiera dado un beso en la mejilla, al despedirse.

Recuerdo que una noche de principios de los ‘90 fuimos juntos, usted y yo, a un club de regatas o algo así, que estaba en la zona portuaria de Montevideo. Había un marinero de prefectura custodiando el salón, con un máuser de los años ‘20. Pagamos un bono, con derecho a consumición, y nuestras damas entraron gratis. Era un perfecto bailongo de otra época, al que por azar fuimos invitados. ¿Acaso no lo disfrutó? Para mí, fue delicioso.

Cortázar escribió “Las puertas del cielo” y siempre que leo ese cuento me digo “yo jamás podría escribir algo así, porque no siento ese desprecio por el pueblo”. Creo que usted tampoco podría escribirlo, a pesar de la devoción que tiene por JC.

Pasemos al tema “abandono”. ¿De dónde saca que quiero dejar esta maravillosa secta de borrachos abstemios, que acunan a los tumbos el sueño eterno de la revolución? Ni por asomo.

Podré desaparecer unos días o enmudecer un poco, pero nunca borrarme. Para demostrárselo, termino rápido este despacho, destinado únicamente a usted y contestando con suavidad a sus agresiones. Después de éste, redactaré otro más placentero, retribuyendo las amables palabras del Caronte.

Para terminar, quiero reivindicar aquí a Alexei Stajanov (1906-1977), obrero ruso que en la noche del 30 al 31 de agosto de 1935 extrajo él solo 102 toneladas de carbón en 6 horas, superando 14 veces el estándar.

No le pagaron más a Stajanov por su proeza, porque en la Unión Soviética de aquellos años no había premios a la productividad, pero se lo reconocieron y lo condecoraron, y el maldito georgiano lo puso como ejemplo para los demás trabajadores (aunque se tuvo que comer, por esa torpeza, la primera huelga de los mineros del carbón).

Algunos dirigentes criticaron el estajanovismo como política (y esa discusión fue un anticipo de la polémica que se iba a dar en la Cuba de los ’60, entre el Che Guevara (teoría de los estímulos morales) y Charles Bettelheim (teoría de los estímulos materiales).

Pero yo quiero detenerme en Stajanov, en Kalachnikov y en tantos obreros y soldados que le entregaron a la patria socialista el fruto de sus músculos y su inventiva, sin esperar nada a cambio. Su orgullo fue haber ayudado a construir –o a defender– el socialismo.

¿Así que a usted le parece que la fiestita de 15 de Rocío fue estajanovista? ¡Enhorabuena, Almirante! ¡Ese insulto es un halago!

Si el pecado de Stajanov y de Kalachnikov fue creer en el socialismo, yo los abrazo con fuerza. Brindo por ese pecado.

De paso, brindo por la sencilla alegría de Rocío, que el sábado cumplió 15 años.

Vigía de Pobladora



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