miércoles, noviembre 22, 2006

PILATOS

Ah Almirante, usted toca y toca, cual Cuila Sastre, según dicen porque no lo vi, que formó ala con el uruguayo Porta, en Independiente.

En fin. Haré lo que buenamente pueda.

El dilema se me presentó cuando hace unos años, en la juventud, Jesus Christus Superstar ponía en boca de Judas la siguiente afirmación: “si yo no te traicionara nada sucedería”, o incluso, “nada hubiese sucedido”, que es más rotundo.

Por esos años, dictadura, imagínense, católico porque la iglesia era el único lugar en donde además de gurisas había cierta libertad de opinión, la oración me dejó sumido en la zozobra. Así que Dios, Yaveh, porque la cosa venía de lejos, era capaz de ser tres, diseñar un plan con jardín incluido –nos paseábamos en el jardín, reza el Génesis– y usar a un pobre ladrón, Judas Iscariote, para que la historia cursara.

Brava la mano.

Si uno lee a los evangelistas, y en especial la enumeración que hacen de los discípulos, que son etimológicamente los que están junto a alguien, a un maestro, aquellos nombran en último término a Judas, y dicen: el que lo entregó. Y entregar en griego tiene la misma raíz que el verbo traicionar, pero está exenta, como acción transitiva, de valoración moral. El que deja a un maestro, lo entrega.

Mi hermano que es sacerdote y es un hombre bueno a lo Machado, en el buen sentido de la palabra bueno, me decía que esa visión de peón de brega de Judas era clásica de los protestantes, que sostienen un libre albedrío acotado. Yo compré, era católico como ya dije, pero eso de entregar, que además significa separarse de algo, me rondó en la cabeza.

Siempre me pareció imposible e injusto para un Dios, Yaveh, porque la cosa repito viene de lejos, semejante conducta.

Vení que te doy el dulce, parecía decir Judas. Sin mí, vos no sos Dios. Si no te entregara no morirías.

Años después, ya escéptico y libertario, me topé con una biografía de Poncio Pilatos, que sostiene lo mismo pero desde el campo pagano.

Poncio, caudillo samnita en guerra con Roma, ancestro de Pilatos, libera a los romanos que derrota en las Horcas Caudinas, humillándolos con un sistema ingenioso. Los hace pasar por debajo de tres lanzas, una encima de dos, que obliga a los romanos a inclinarse frente a los samnitas y a él como su jefe. Los romanos, ex prisioneros liberados y humillados por el yugo samnita, vuelven y lo vencen. Claro, los romanos no dejan libre a ningún samnita, los matan a todos. Pilatos se encuentra con Cristo en la misma situación, quiere perdonarlo, no encuentro falta en él, dice, pero esta vez cede y lo hace crucificar para que no se le levanten los judíos, como hace Arbustito (dicho sea de paso, está linda la nena y tan suelta ella) Y me dije, leyendo al Subc. V, un símbolo es algo oscuro, la traición lo es.

Pero libera otros resortes de espuma negra, de efecto torvo. Debemos estar atentos hermanos.

La propiedad es un robo.

Álvaro de Burgos

Posdata: siguiendo con el toque corto, esa manera escocesa de jugar al fútbol según cuentan las crónicas de fines del siglo XIX, (se supone que los escoceses fueron nuestros maestros en el arte del fútbol), Orígenes, teólogo de los inicios de la fe, decía que no quería hablar de Judas pero que debía hacerlo porque era edificante. En otras palabras, ya por aquellos años, te dabas vuelta y te afanaban el pan para hacer cubitos en la sopa y luego acusaban a otro. Judas hizo escuela. Claro, dándole una vuelta al bucle, para qué cuernos precisaban los botijas del Sanedrín a Judas, precisaban a los romanos y a éstos, que ya se habían cargado a varios judíos zelotes, Jesús les parecía, a lo más, un pelotudo, pelilargo y sucio. Seguramente chapurreaba la koiné como los romanos y andaba diciendo boludeces sobre Dios y su hijo, que además era él. Pero, ¿Caín no es el primer traidor? “¿Acaso soy yo el responsable de mi hermano?”, dicen que le dijo a Yaveh, que andaba de a tres por el jardín. Todo está en el huevo, dice Ovidio, todo está en el huevo. Judas es un eje en el plan salvífico, no hay tu tía. Dicen que los fariseos se compraron un campito con las 30 monedas, el campo de sangre. Desde ese matorral seco y rojo, el rojo Adán dice Borges en una redundancia porque Adán quiere decir rojo, venimos. ¿Qué le debemos agradecer a Judas?



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