viernes, noviembre 03, 2006

SI ESTÁ EL DANCER, ESTÁ AMBIA

Salú la barra: Veo que han decidido despertar a F. una de nuestras células dormidas en la isla caribeña. Les aviso que una vez que F. se activa, es difícil detenerlo.

Una de las primeras cosas que hará, seguro, será contactar al Ambia, un morocho gigante, veterano de Angola y sobreviviente de las distintas campañas de alfabetización que hubo en la isla.

El Ambia es tan vago que se dedica a la poesía oral, un canto que improvisa al estilo de los payadores rioplatenses, sólo que con entonación caribeña. Él no aprendió a escribir para que no lo obligaran a entregar poemas (que es como entregar hijos) al nefasto realismo socialista.

En los '80, un grupo de amigos dijo que no era posible que la poesía del Ambia se perdiera en noches de ron y de rumba, y que se la llevara el viento (fenómeno climático sin ideología, es decir, absolutamente burgués). Entonces, sin que el Ambia supiera, tomaron apuntes taquigráficos de sus poemas y los editaron en la plaqueta "Jacinta, ceiba frondosa", que tengo en mi poder.

Luego, con un "libro" editado, presentaron al Ambia a la UNEAC y a la Casa de las Américas, haciéndole poner los pelos de punta a Roberto Fernández Retamar.

"¡Cómo va a ser miembro de la UNEAC un analfabeto", se escandalizó RFR.
Ahí tuvo que intervenir el viejito Nicolás Guillén, que a pesar del Parkinson y del Alzheimer sabía –porque era un poeta de verdad– que el tema no es escribir o no escribir, sino hacer poesía.

Además, Guillén le tiró a RFR que acaso él, un blanco, estaba discriminando al Ambia por ser negro. Con eso lo mató.

Fue así que el Ambia ingresó a la UNEAC con dos condecoraciones: la de haber aniquilado él solo a un batallón de mercenarios de UNITA en Angola, y la de haber sobrevivido sin mella a las campañas de alfabetización de la era socialista.

Jacinta, una negra gorda, tetona y culona –parecida a la Mulatona que dibuja Caloi–, lo quiere al Ambia como es. Ella sola se inscribió en un plan de autoconstrucción de vivienda (el Estado pone los ladrillos y materiales, el beneficiario pone su propia mano de obra), y sueña con tener su casita cerca de Cojimar, para vivir los últimos años con el Ambia.

Claro que al Ambia, si lo hacés laburar, sos Mandrake, de modo que Jacinta, todos los domingos por la tarde, en su día de descanso, se pone las pilchas de albañil y va a levantar paredes en su futura casita en Cojimar, mientras el marido se queda tumbado a la sombra de una higuera, pensando nuevos poemas.

Si ustedes lo llamaron a F., el Dancer, les aviso que F. viene con el Ambia. Son culo y calzón. Andan siempre juntos. F. baila y te distrae, te cuenta alguna huevada de tiempos pre-post-revolucionarios. El Ambia, más concreto, se acerca y te dice al oído: "¿A quién matamos hoy?".

¡Vaya pareja de combatientes que ha dado la revolución!

Cuando me preguntan dónde está el Hombre Nuevo, yo respondo sin hesitar: ¡Miren a F.! ¡Miren al Ambia!

Desde Avellaneda, territorio libre de industrias (gracias a Menem y a Kirchner), los saludo atentamente.

Vigía de Pobladora




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