jueves, noviembre 16, 2006

SONAMOS, HAFFNER, LLEGARON LOS BATIDORES

Che, Rufino, no le echés la culpa al Almirante Viagra por haberte metido en esta conversación. Él es así. Es como aquel dandy del tango, aquél que se corrió la bolilla y al final todos junaron que era... un batidor.

Cuando se le queman los papeles, el Almirante Viagra exagera, sobreactúa, señala a otros, revela las fuentes del financiamiento del CIRPR. Todo vale. Y vos caés como un chorlito y te explayás sobre el tema, intentás justificar lo de las chicas de 15, las de 12, los bebés... ¿qué te pasa? ¿vos también tenés la barriga resfriada?

Aprendé de Haffner, el Melancólico. Ése sí que era un rufián. Ése sí que le prestó un servicio a una banda de 7 conspiradores que se escondían tras el seudónimo “Roberto Arlt”. Pero nunca una palabra de más salió de Haffner, nunca una descripción que fuera degradante para las obreras de su fábrica de placer. Son códigos.

Ya que estamos, usando el sencillo método cute & paste, te voy a hacer leer el momento en que Haffner cuenta cómo empezó a desarrollar su pequeña y mediana empresa:

"En ese tiempo era joven. Tenía veintitrés años y una cátedra de matemáticas. Porque yo soy profesor, profesor de matemáticas. Con mi cátedra iba viviendo, cuando en un prostíbulo de la calle Rincón encontré una noche a una francesita que me gustó. Hace de esto diez años. Precisamente en esos días había recibido una herencia de cinco mil pesos de un pariente. Lucienne me agradó, y le ofrecí que vinera a vivir conmigo. Tenía un cafishio, el Marsellés, un gigante brutal, a quien veía de vez en cuando. No sé si por la labia, o porque era lindo, el caso es que la mujer se enamoró, y una noche de tormenta, la saqué de la casa. Fue eso una novela. Nos fuimos a las sierras de Córdoba, después a Mar del Plata, y cuando los cinco mil pesos se terminaron, le dije: ‘Buenos, adiós idilio. Se terminó’. Entonces ella me dijo: ‘No, mi querido, nosotros no nos separaremos más’.”

“Yo estaba celoso. ¿Sabe usted lo que es estar celoso de una mujer que se acuesta con todos? ¿Y sabe usted la emoción del primer almuerzo que paga ella con la plata del mishé? ¿Se imagina la felicidad de comer con los tenedores cruzados, mientras el mozo los mira a usted y a ella sabiendo quiénes son? ¿Y el placer de salir a la calle con ella prendida de un brazo mientras los tiras lo relojean? ¿Y ver que ella, que se acuesta con tantos hombres, lo prefiere a usted, únicamente a usted?”

“Eso es muy lindo, amigo, cuando se hace la carrera. Y ella es la que se preocupa de que usted consiga otra mujer para que la explote, ella es la que la trae a su casa diciendo: ‘vamos a ser cuñadas’, ella es la que varea a la primeriza para que levante únicamente viajes para usted, y cuanto más tímido y vergonzoso es usted, más goza ella en destruir sus escrúpulos, en hundirlo en su basura, y de pronto... cuando menos se acuerda se encuentra enterrado hasta los pelos en el barro... y entonces hay que bailar.”

“Y mientras la mujer está metida hay que aprovechar, porque un día le da una viaraza, enloquece por otro, y con la misma inconsciencia con que lo siguió a usted se sacrifica de nuevo. Me dirá usted: ¿para qué necesita una mujer un hombre? Más, desde ya le diré: Ningún dueño de prostíbulo va a tratar con una mujer. Con quien trata es con su ‘marlu’. El cafishio le da a una mujer tranquilidad para ejercer su vida. Los tiras no la molestan. Si cae presa, él la saca; si está enferma, él la lleva a un sanatorio y la hace cuidar, y le evita líos y mil cosas fantásticas. Vea, mujer que en el ambiente trabaja por su cuenta termina siendo siempre víctima de un asalto, una estafa o un atropello bárbaro. En cambio, mujer que tiene un hombre trabaja tranquila, sosegada, nadie se mete con ella y todos la respetan. Y ya que ella, por un motivo o por otro, eligió su vida, es lógico que por su dinero pueda darse la felicidad que necesita.”

¡Grande Roberto Arlt! ¡Un CIRPR de los años ’30! ¡Un CIRPR avant la lettre!

Yo te sugiero, Rufi, que aprendas de Haffner y no hables más de la cuenta. Las fuentes de financiamiento del CIRPR son un secreto guardado bajo siete llaves. Y en cuanto a los detalles de tu trato con los menores, te pido que no le hagas caso al Almirante Viagra. No cuentes nada. Dejá que la vida siga.

Una vez lo encontraron al Chacho Peñaloza caminando por la montaña, al otro lado de la cordillera y le preguntaron cómo estaba: “Y cómo voy a estar –dijo– ¡en Chile y a pie!”

Vos y tu amigo me hacen acordar de esa situación que vivía el Chacho en 1842. Están “en Chile y a pie”.

Pero ninguna situación es excusa para ser batidor, ténganlo en cuenta. De las finanzas del CIRPR no se habla. A las muchachas –sean de 12, de 15 o de 53– se las piropea, se las trata con dulzura, se las cuida. Y las hazañas sexuales tampoco se cuentan ni se ventilan por ahí. Parece mentira, aprendices de rufianes, que les tenga que explicar estas cosas.

Ni a vos ni al Almirante los voy a invitar a la próxima fiesta de 15 que tenga. No por cuidar a las muchachas (ya que ustedes son incapaces de hacer algo interesante con ellas), sino porque tengo miedo de que tomen media copa de sidra y se pongan a batir.

Salud y RS.

Vigía de Pobladora


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