martes, diciembre 05, 2006

CHOQUE DE TRENES

¿Hace falta que les diga que la república mexicana vive una crisis terminal? La agonía del Estado surgido de la revolución de principios del siglo pasado es una realidad que cualquier ciudadano del mundo puede percibir a simple vista apenas pispea un poco lo que muestran a todas luces los propios medios de comunicación del régimen.

Un presidente cipayo surgido de elecciones fraudulentas obligado a asumir como un bandido temeroso de su seguridad en medio de un lamentable show de pacotilla organizado por los payasescos representantes de una clase política absolutamente desprestigiada que no tiene la más pálida idea de cómo resolver el cuadro terminal que le dejara el sexenio infame de Vicente Fox.

El P.A.N., criatura contrahecha sacada de la manga por la burguesía proimperialista autóctona para tratar de salvarse del naufragio frente a la monumental corrupción y la declinación inevitable de la elite priista que gobernó este país por más de setenta años, ha liquidado alegremente lo poco que quedaba del Estado laico y relativamente independiente que fuera México durante el siglo XX.

Ha llevado a la desesperación a la enorme mayoría de los 108 millones de habitantes de estas tierras –la comunidad hispanoparlante más grande del mundo–, el 90 por ciento de los cuales son descendientes de los pueblos originarios sometidos y explotados desde hace 500 años por la codicia infinita de la civilización imperialista.

Esta clase dirigente, absolutamente subordinada a la camarilla de Arbustito, tiene las horas contadas, porque la derrota histórica del IMperio en Medio Oriente la ha dejado literalmente en pelotas. No se irán de buena gana, por cierto. Antes intentarán el recurso extremo de apagar el fuego de la rebelión popular con el consabido instrumento de los explotadores del mundo entero: la represión brutal de los alborotados.

Ese, junto a la privatización y entrega de las reservas energéticas del país, es todo su maldito programa. Todos los analistas más o menos serios avizoran en el futuro inmediato un “choque de trenes” que avanzan a toda velocidad hacia un punto de colisión inevitable.

Los esbirros del Imperio lo perciben y se juegan a encarcelar y amedrentar a los más consecuentes del ejército de los rebeldes. Ayer nomás secuestraron al dirigente de la A.P.P.O. Flavio Sosa, un hombre con los rasgos inconfundibles de las razas sojuzgadas por la temible tiranía de la Cruz y la Espada.

Pero las cuentas no cierran. Las clases medias están aterrorizadas por la descomposición del Estado y la entronización de una banda de fascinerosos que se financian con la mierda destructiva del narcotráfico. Los desheredados de la tierra advierten la oportunidad y se organizan por abajo con vistas a ese combate histórico. Todo México se está convirtiendo en una enorme selva Lacandona.

La locomotora del tren del pueblo oprimido levanta presión a cada hora. Sólo falta que mi general Francisco Villa –su reencarnación– tome el mando de la tropa y ordene el asalto de Ciudad Juarez.

Los legítimos dueños de la tierra ven cómo se alzan al unísono sus hermanos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, toda la América profunda, y siente que ha llegado la hora del retorno al poder, luego de generaciones de servidumbre e ignominia.

Pero yo, como ustedes saben, he venido hasta aquí con otros fines. Observo entusiasmado los albores de un nuevo México Insurgente, pero espero ansioso mi encuentro con el Capitán Ben.

Ayer me dejaron en el lobby del hotel un mensaje que me llenó de expectativas. “Estimado Yuri: nos vemos a las 2200 en el Café Albanta” firmado con una rotunda B larga que aceleró mi ritmo cardíaco ostensiblemente.

El café Albanta queda en la Avenida Cafetales 1715, en la zona de Haciendas de Coyoacán –no pude evitar recordar aquí al querido León de Odessa– y, por supuesto, llegué con la debida antelación.

En el escenario montaba su show el talentoso músico y humorista cubano Alejandro García Virulo. Por lo visto, La Habana ha dado algo más que burócratas tristes emborrachados por el culto a la personalidad. No me opongo al ejercicio de arrojarle maníes al bueno de Gabo, pero me pregunto qué tipo de municiones habría que utilizar con un jodido hijo’eputa como el Mario Vargas Llosa.

Al rato se acerca a mi mesa una muñeca que me recuerda a Viridiana (no la de Buñuel sino la de Sabina).

“Oye, rusito, el Capitán te espera pasado mañana al pie del Templo del Sol”, me susurra al oído con una voz que no puedo evitar imaginarme cantando “ojalá que te vaya bonito” después de una noche de frenesí cósmico.

Era de esperar. Nuestro amigo annunaki había tomado los recaudos imprescindibles para no caer como un chorlito en las fauces del enemigo. Habrá que tener un poco más de paciencia.

Yuri


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