miércoles, diciembre 20, 2006

ENCUENTRO EN ALTAÍ

No han sido gratos mis días en Moscú, escala inevitable de mi viaje a las montañas de Altaí, punto de encuentro acordado con el Capitán Ben. La antigua capital de la URSS se ha convertido en un alucinante garito de fulleros y especuladores celosamente custodiado por jaurías de esbirros largamente entrenados para vigilar cada movimiento de los “sospechosos” que son, nada y más y nada menos, que todo individuo honesto que no se trague sin chistar la píldora anestesiante que los medios restauracionistas administran a las masas a troche y moche.

Y al que abierta o subrepticiamente escupe esa medicina, sencillamente le aplican otra más radical, como la que le dieron a Ana y al pobre de Litvi. Semejante ingesta de barbitúricos ideológicos ha derivado en un feroz embrutecimiento del pueblo ruso, prácticamente idéntico al sufrido por casi todos los hombres y mujeres que consume como combustible vital el sórdido mecanismo de reproducción del capital.

Sería desalentador, si uno conservara las esperanzas en el pueblo como sujeto activo de esa nueva revolución que se producirá en Rusia –en todo el mundo– porque no hay forma de seguir las célebres instrucciones del Qué hacer con semejante rebaño de borrachos egoístas prendidos a las mentiras de la caja boba como ternero a la teta.

Convenientemente camuflado como para que no me reconozcan algunos viejos camaradas vendidos sin vergüenza a la cleptocracia mafiosa que gobierna la Federación, he tratado de organizar una campaña, por ínfima que fuera, de solidaridad con la heroica lucha de los oaxaqueños, pero, lamentablemente, a mis compatriotas ese tema le interesa tanto como la inmortalidad del cangrejo.

Al tercer día salía mi vuelo hacia Barnaul, por lo que desistí de mi intento y me encaminé a buscar respuestas de la boca de nuestro amigo annunaki. De allí pasé a Tungur donde escalamos el pico Camello para finalmente hacer noche a orillas del río Akkem. Luego de atravesar el valle de Yarku, llegamos a la zona de los siete lagos, desde el más alto de los cuales se puede observar con claridad del pico Belukha, el punto más alto de la Siberia occidental.

Se trata de una bioregión extremadamente peculiar, con más de 20 mil lagos y decenas de miles de ríos de montaña en los que perdura un hábitat natural civilizado hace miles y miles de años –como lo prueban las pinturas rupestres que se conservan– por tribus nómades que siguen aún abocadas al pastoreo y conservan su cultura tradicional, sus oficios, sus costumbres ancestrales, su profunda religiosidad, a la que se suele denominar como el Tibet ruso.

Me he alojado en un moderno hotel cinco estrellas junto al lago al que llegan turistas de todo el mundo en virtud de la fama revitalizadora de las aguas del Alto Altaí. Me he registrado como un acaudalado comerciante noruego en procura de rélax y tratamientos de spa.

Esta tarde, mientras al aire libre el termómetro registraba una temperatura de 22 grados bajo cero, yo retozaba desnudo en una reposera del inmenso sauna y pensaba en todos y cada uno de ustedes.

Cavilaba acerca del triste presente de mi querida Patria de los Soviets cuando un individuo de gran contextura física, larga melena rubia y ojos diríase que transparentes de tan azules, me invitó a compartir un margarita helado.

“¿No te imaginas quién soy?”, me preguntó sonriente. “Sí, Capitán, me lo imagino. Lo que me pregunto es porqué tuvimos que encontrarnos en un lugar como éste”, le respondí.

“Para considerar los temas que debemos tratar es requisito indispensable salir de la polución de la civilización materialista, Yuri. Trata de reflexionar: así como el aire es la atmósfera del cuerpo, el tiempo es la atmósfera de la mente. Si el tiempo en que vives consiste en meses desiguales y días regulados por minutos y horas mecanizados, en eso se transforma tu mente: una irregularidad mecanizada. Dado que todo deriva de la mente, no puede asombrar que la atmósfera en que vivimos diariamente se torne más contaminada, y la mayor queja sea: “¡Simplemente no tengo tiempo suficiente!” Quienquiera posea tu tiempo, posee tu mente. Posee tu propio tiempo y conocerás tu propia mente”.

Me quedé sin palabras ante la sencillez y la contundencia del razonamiento del Capitán Ben y me dije: esto va estar bueno.

Yuri

Comentarios:
Che Yuri, me ayudás a viajar desde Kirguiztán para Atalí así te paso a saludar por el spa? Esto de la apropación del tiempo por el propio ser me interesa.
 
Eso rendrías que pedírselo a Almirante.
El es el responsable del teletransportador del CIRPR- Ah...la raíz de la apropiación del tiempo es, como demostró Don Alvaro, una señora llamada plusvalía...
 
No es sencillo comunicarse con el Almirante desde la alta montaña, así que decidí continuar mi viaje rumbo a Novosibirsk (según escuché, hay gente del Cirpr en el Transiberiano). Si todavía andás por Altaí de repente hago un desvío y paso a despedir a la señora plusvalía.
 
Publicar un comentario



<< Inicio

This page is powered by Blogger. Isn't yours?


View My Stats