martes, diciembre 05, 2006

IAN FLEMING, PROTOTOPO DEL CIRPR


Ahora que Tabaruti el Castrado quiere hacer política-ficción, como un auténtico aprendiz, nosotros nos dedicamos a la ficción-ficción como el gran Ian Fleming, creador de esa saga de 007 que lo sobrevivirá por generaciones.


El domingo, en un suplemento del diario gubernamental argentino Página/12 que pude leer en el lobby del hotel Riviera (futuro hotel Hermanos al Rescate), el incontinente verbal y seudo filósofo José Pablo Feinmann se dedica a hablar y hablar boludeces sobre James Bond. Por suerte, en un recuadrito de la edición se transcribe la explicación del mismo Ian Fleming sobre el origen de Casino Royale, en un artículo que escribió para el Evening Standard y que fue publicado la semana después de su muerte.


El muchacho, que era un agente de la Corona y un proto-topo del CIRPR, cuenta una aventura tan inverosímil como deliciosa transcurrida en Lisboa, circa 1941. Aunque no es mi costumbre, transcribiré el artículo (ya que los culeados de Página/12 no se dignaron ponerlo en la edición on line):


“Mi jefe, el almirante J.H. Godfrey, y yo volábamos en 1941 hacia Washington con el fin de mantener conversaciones secretas con el Departamento Norteamericano de Inteligencia Naval, poco antes de que los Estados Unidos entraran en la guerra. Habíamos tomado la ruta del Atlántico Sur y nuestro Sunderland hizo escala en Lisboa, ciudad en la que debíamos pasar la noche.


“Allí nos reunimos con nuestros compañeros de Inteligencia, quienes nos informaron del extraordinario grupo de agentes secretos alemanes que habían invadido Lisboa y las vecinas playas de Estoril. Inmediatamente, le dije al almirante Godfrey que él y yo debíamos echarles una ojeada a aquellos caballeros.


“Fuimos al casino y nos encontramos con los tres hombres que jugaban en la mesa en que se hacían las apuestas más altas. Godfrey no conocía el juego en cuestión. Le expliqué las reglas y luego tuve la idea de sentarme, jugar contra aquellos hombres y derrotarlos, reduciendo de este modo los fondos del Servicio Secreto alemán..."

(Nota del Transcriptor: ¡Chapeau, chapeau, chapeau, Mr. Fleming!)


“Naturalmente, era un plan descabellado, con un alto nivel de riesgo y en el que había que encomendarse abiertamente a la suerte. Llevaba encima unas cinco libras esterlinas que debían cubrir los gastos del viaje. El principal agente alemán había realizado diversas apuestas con éxito. Me propuse vencerlo, pero perdí diez jugadas consecutivas. El resultado fue quedarme sin un centavo.

“Esa fue la experencia humillante que debe apuntarse, sin lugar a dudas, entre los grandes éxitos del Servicio Secreto Alemán. Experiencia que, por otra parte, redujo notablemente mi prestigio a ojos de mi jefe...”

(Nueva nota del Transcriptor: Chapeau, monsieur Fleming! Chapeau!)


¿Se dan cuenta del antihéroe que fue capaz de construir Ian Fleming en veinte líneas?


Un verdadero maestro. Yo encuentro allí –perdonen si me excedo en el elogio– la semilla de los fantásticos relatos de nuestros comandos dispersos por el orbe.

En una mesa de punto y banca de un casino pedorro (pongamos, Necochea) jugamos una partida contra el Capitalismo universal, invirtiendo en ella nuestros últimos ahorros.


La única diferencia con Fleming –dejen que en este punto abandone la ficción– es que nosotros siempre, siempre, ganamos.


Desde el Floridita, La Habana, Cuba,


El Iluminado


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